16 UN TRANVIA LLAMADO DESEO.De ELIA KAZAN
Elia Kazan ha pasado a la historia del cine norteamericano como una de sus figuras más celebres y a la vez controvertidas, como innovador en las escuelas y la tradición misma del teatro a su notable obra cinematográfica de carácter social mayormente y a su vez delator en 1952, ante el Comité de Actividades Antiamericanas 1-2, de sus compañeros del Partido Comunista. Fue en si uno de los gestores de esa visión inconforme y desencantada que tiño a la América de la posguerra y que se presento en los rostros de jóvenes rebeldes como Marlon Brando, James Dean o Montgomery Clift.
A Streetcar Named Desire es acaso su mayor éxito y un impecable film en el que se apodera del universo crudo de Tennessee Williams (figurando éste también como guionista), nos muestra un drama siniestro y cargado al que su talento dota de una personalidad muy particular. La turbada Blanche (Vivien Leigh) llega de su decadente tierra de ancestral aristocracia para toparse con la crudeza de la urbe, de los barrios bajos de New Orleans donde es acogida por su hermana Stella y su esposo el rudo y descarado Stanley (Marlon Brando en la expansión de su estrellato). A partir de esto se desenvuelve el rico material de Williams lleno de violencia física y psicológica el cual Kazan retrabaja en una narración notable. La tensión crece a cada minuto entre Blanche y Stanley, las insalvables diferencias son la carne de la que se alimenta el rencor y el odio si apenas disimulado, acaso los resentimientos entre una clase de tradición y pretensiones casi extintas y la clase mas rebajada a humillaciones y desaires como la que puede representar el descendiente de inmigrantes. La película hace todo un tratado social a través de estos extraordinarios personajes moldeados por una mano convulsa pero maestra.
Kazan hace de en esta película el prototipo de toda su obra desde todo el tratado de los actores del método, con Brando como primer exponente, muy ajenos a los glamorosos galanes de años antes. Todo aquí tiene esa apariencia de lo desgastado, de lo ruinoso, de lo mísero si se quiere todo ello le aporta una no poca cuota de sordidez al asunto para su tiempo. Verdadero tratado sobre la contracara de la bonanza americana, A Streetcar Named Desire permanece como una de las cintas más emblemáticas de los años cincuenta y una de las joyas mas perdurables de la obra de Kazan.
A Streetcar Named Desire es acaso su mayor éxito y un impecable film en el que se apodera del universo crudo de Tennessee Williams (figurando éste también como guionista), nos muestra un drama siniestro y cargado al que su talento dota de una personalidad muy particular. La turbada Blanche (Vivien Leigh) llega de su decadente tierra de ancestral aristocracia para toparse con la crudeza de la urbe, de los barrios bajos de New Orleans donde es acogida por su hermana Stella y su esposo el rudo y descarado Stanley (Marlon Brando en la expansión de su estrellato). A partir de esto se desenvuelve el rico material de Williams lleno de violencia física y psicológica el cual Kazan retrabaja en una narración notable. La tensión crece a cada minuto entre Blanche y Stanley, las insalvables diferencias son la carne de la que se alimenta el rencor y el odio si apenas disimulado, acaso los resentimientos entre una clase de tradición y pretensiones casi extintas y la clase mas rebajada a humillaciones y desaires como la que puede representar el descendiente de inmigrantes. La película hace todo un tratado social a través de estos extraordinarios personajes moldeados por una mano convulsa pero maestra.
Kazan hace de en esta película el prototipo de toda su obra desde todo el tratado de los actores del método, con Brando como primer exponente, muy ajenos a los glamorosos galanes de años antes. Todo aquí tiene esa apariencia de lo desgastado, de lo ruinoso, de lo mísero si se quiere todo ello le aporta una no poca cuota de sordidez al asunto para su tiempo. Verdadero tratado sobre la contracara de la bonanza americana, A Streetcar Named Desire permanece como una de las cintas más emblemáticas de los años cincuenta y una de las joyas mas perdurables de la obra de Kazan.
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