Una historia aparentemente poco atractiva sirvió para que Elia Kazan dijera que sí al guión de Budd Schulberg. De esta manera en 1954 se puso en marcha el proyecto, eligiendo a los actores. Estos saldrían de los Actors Studio, escuela de interpretación que llevaba el mismo Kazan. El director americano de origen turco, comenzó el proyecto sin saber que al pasar los años, se hablaría de esta película como uno de los paradigmas de su género, y probablemente una de las mejores de la historia del cine: La ley del silencio (On the waterfront)La historia se desarrolla en los muelles del puerto de Nueva York, donde un grupo de empresarios sin escrúpulos explotan a los trabajadores. La única ley que los empleados tienen que cumplir, es la de mantener la boca cerrada ante tanta injusticia. Elia Kazan deja vernos, en secuencias dramáticas de una fueza sobrecogedora, algunas de estas injusticias. Consigue implicarte de tal manera en el problema, que desde un principio no puedes, aunque quieras, mantenerte al margen. Por si esto fuera poco, el director mete en la trama de una manera delicadísima una historia de amor, de un amor imposible, que contrasta mucho con el mundo ausente de sentimientos de la mafia. Todo esto junto con la interpretación de Marlon Brando (para muchos la mejor interpretación de la historia), la preciosa música de Leonard Bernstein, y la magnifica fotografía de Boris Kaufman,que recrea perfectamente el ambiente de los suburbios neoyorkinos, hacen que sea una película de visión obligada. Esta es una de esas películas que propone como modelo de acuar al auténtico héroe, ese que no es perfecto, y que al no serlo es mucho más cercano. De manera que los problemas de Terry (Marlon Brando), se hacen nuestros. No es el héroe idílico, perfecto, y por tanto irreal, que el cine moderno muchas veces nos propone. Terry que no es precisamente un trabajador nato, tiene que tomar una decisión, de la cual depende su vida, y la de mucha gente. El padre Barry (Karl Malden) , un sacerdote católico preocupado por la situación, le ayudará a tomar esa decisión,y quebrantar la ley del silencio impuesta en los muelles. Cuando esta peli termina necesitas un tiempo de silencio absoluto, para digerir bien lo que ha pasado. Después, igual que las abejas van a la miel, viene a nosotros una sensación de satisfacción y plenitud que hace que veas el mundo de otra forma: a pesar del mal que hay en el mundo, el mundo es algo muy bueno, y aunque las cosas cuesten hay mucho de qué disfrutar. En fin, por todo esto y mucho más, merece la pena ver esta obra maestra del cine: un auténtico clásico por el que los años no pasan, ni pasarán.
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